Mala Madre

El otro día había llegado cansada del trabajo, sin haber dormido bien la noche anterior (ya se imaginarán por qué) y si bien estaba feliz de ver a mi bebito, lo único que quería era quedarme echada en la cama. Pero como eso es imposible con un par de niños de 2 y 4 año, tuve que ir al suelo a acompañarlos en sus juegos. La mala madre que suscribe no quería jugar
así que le pasó llavero, celular, botella de agua, lentes de sol, billetera y control remoto para entretenerlo. Mi hijo, tan bueno, jugaba contento con sus nuevos juguetes y yo, la verdad, estaba tirada en el suelo mirando al techo y no le estaba dando bola. Algunos minutos después pensé que era mala por no querer jugar. Y me dio miedo que él se diera cuenta. Esa sensación también la tengo con mi smartphone, la compu o el periódico a los cuales en ocasiones he prestado más atención que a mis hijos. Mala madre.

Después que di a luz de la mayor, me pasé varios meses en casa sin salir cuidando a mi bebé. Ahora extraño esas épocas como no tienen idea pero debo confesar que además de nutrirme de la experiencia de la maternidad, durante esos días en pijama, sin maquillaje y sola, sentía que me iba a pudrir del aburrimiento. Sentía que era la persona menos atractiva e interesante del mundo, que no tenía otro tema de conversación que la caca de mi hija y que necesitaba urgentemente empezar a usar ropa decente. Me sentía un poco harta. Mala madre. Entonces llegó el momento de volver a la trabajar. Dejé a mi bebé con 4 meses, muy muy pequeño. Mala madre. Durante el camino a mi oficina sentía que me habían arrancado un brazo. Fue horrible. Los primeros días fueron angustiantes pero después empecé a sentir placer y alegría al escribir informes, chequear mails, salir de casa, almorzar con mis colegas, en suma, al disfrutar mis ocho horas diarias siendo mamá a distancia. Mala madre.

Los fines de semana que estoy con mis hijos todo el día son una maravilla. Pero aquí entre nos, yo desearía que el menor hiciera más siestas. Me encanta cuando hace siestas y siempre que me canso de perseguirlo, intento hacerlo dormir otra siesta más. Mala madre.

Al comienzo yo esterilizaba todo, me lavaba las manos frenéticamente y cuidaba su comida con rigor militar. Últimamente varias mamaderas son pasadas por el agua caliente del caño con la esperanza que el calor mate las bacterias porque "es casi como hervirlas". Respeto religiosamente la regla de que si levantas algo que se cae al suelo dentro de los primeros 10 segundos no se contamina, dejo que mi hijo chupe todo menos zapatos y si no hay nada para comer, en vez de ponerme a cocinar verduras y cuidar que tenga una alimentación balanceada, sin azúcar, conservantes ni comida industrializada, le he dado Gerber, Nestum ò nuggets todo tipo de panes, yuca frita de mis chicharrones, patacones y un nada saludable etcétera. Mala madre.

Mi hijo duerme bastante mejor ahora que cuando escribo mi blog de hace algunos meses pero hay noches en las que aun se despierta doscientas veces. A la vigésima despertada ya estoy harta, a punto de llorar, no entiendo qué le pasa, y sí pues, no lo aguanto y lo único que quiero es dormir en paz. Pésima madre.

Ya sé que eso de tomar y dar de lactar está mal o que en todo caso hay que evitarlo pero, arriesgándome al oprobio bloguero, confieso que he bebido (nunca para emborracharme pero sí he bebido). Ya a mi hijo solo le daba teta en la noche pero igual creo que cuando bebo sin pena soy un poco mala madre.

Lo que pasa es que cuando estoy por la segunda copa de vino, cuando me cuentan un chisme buenísimo, cuando escribo sobre algo interesante, cuando estoy conversando sobre los conflictos sociales o cuando duermo abrazada de mi esposo, me olvido por unos instantes que tengo tres hijos a quien amo. Mala madre.

Y pensaba en las tantas conversaciones que he tenido con otras mamis y en otras situaciones en las que una puede dudar si es mala madre. ¿Si sacas a tu hijo del colegio porque es muy caro eres mala madre? ¿Si te separas de su papá? ¿Si te consigues un novio? ¿Y después de ese, otro? ¿Si dejas a tu hijo para trabajar/estudiar en otra ciudad? ¿Si siempre llegas tarde del trabajo? ¿Si un día no soportas a tu hijo? ¿Si nunca tienes tiempo para conversar o jugar? ¿Si tu hijo salió super rebelde? ¿Si ayer tu hija te dijo que te odiaba? ¿Si la profesora dice que necesita un psicólogo? ¿Si se te enferma justo el día que lo sacaste sin abrigo?

Desde afuera es fácil decir: ¡No! ¿Como crees? ¡No eres mala madre! Pero la duda es entendible y cuando surge un problema es inevitable que una piense que tal vez pudo haber hecho algo diferente.

No hay escala internacional para medirnos. Tampoco hay medallas al mérito. Nos toca, una vez más, guiarnos por el instinto, apostar a que conocemos a nuestros hijos y sabemos si están felices o tristes. Nos toca confiar. Difícil, pero creo que es la única opción. Me acaba de pasar ahora. Me quedé escribiendo este post más tiempo del que debería y en vez de estar frente a la computadora como una mala madre yo debería correr a abrazar a mi hijo y decirle que lo amo con locura y pasión. Permiso.

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