Dios los cria...

Aunque uno trata de evolucionar, en la vida en general, y qué gran paradoja termina siendo la maternidad. Una (o uno) tiene hijos por motivos egoístas, pero ellos llegan justamente para todo lo contrario: vienen a desintegrar tu ego con baba y lágrimas. Un proceso difícil pero necesario.

Creo fervientemente que uno tiene a sus hijos por motivos egoístas: la que no los tiene porque siente que “nació para eso” (ella lo siente, nadie le preguntó al hijo lo que siente), cree que es lo que está necesitando “en este momento”, están los que creen que “de esa manera coronan su amor”, los que “no quieren perderse esa experiencia maravillosa” y las de treintaipico que todo el tiempo tienen miedo que se les haga tarde.

Lo cierto es que después la tortilla se te da vuelta… ahí llega Abi: “Tengo sed, mamá”, a lo que respondo: “Claro, hijita, nací para atenderte”. Total, lo que mami está haciendo no importa.

¿Ven a lo que me refiero? La maternidad, en el mejor de los casos, es el acto de despersonalización más absoluto que existe. Una patada a los dientes del ego. Una vez que tienes un hijo, ya no vuelves a ser YO nunca más. Nunca más es tu prioridad. Ya no importa si tienes sueño, sed o si te estás meando. ELLOS mandan. Para el psicoanálisis el ELLO consiste fundamentalmente en la expresión psíquica de las pulsiones y deseos, sin filtro. El ELLO es el “quieroquieroquieroquiero” y sino “jodojodojodo”. Es decir, un bebe es puro ELLO. Tres hijos, son tres ELLO, lo que es igual a “ELLOS mandan”.

Mientras trato de seguir escribiendo, la casa está taaan en silencio que dudo. Dudo de esta calma de sàbado a la tarde. Mi marido, iluso, me dice: “¿Por qué no aprovechas que los chicos están tranquilos y te tiras un rato?” ¡JA! Casi caigo. Pero, sabía, lo digo: ”Espera que primero voy a ver en qué andan los chicos”… ¡Pesadilla! El enano había sacado tooooooooooooooooooodos los libros del estantes de la biblioteca de Abi. Cuando lo ví… Una parte mía quería reventarlo, una parte que, obviamente, reprimo.

Les digo, a veces no sé cómo llegué hasta acá. Un día, de repente, miré por el espejo de la sala y atrás había tres niños. ¡No lo pude creer! Me froté los ojos y ví que en el sofà había un señor que me decía “mi amor”. ¡Estamos todos locos!. ¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? ¡Me drogaron!… aunque debo confesar que la droga está bastante buena porque mi alucinación de “casada con hijos” por momentos me hace experimentar una felicidad incomparable. Antes por el espejito yo veía imágenes irreproducibles: humo, gente, trago, se escuchaban charlas a los gritos y risas que se fundían con la música a todo volumen. Ahora en el comedor hay una sillita de bebe y papas fritas pisoteadas en el piso junto con una botella de gaseosa vacía que, la verdad, no sé desde cuándo está ahí. A lo que voy con todo esto es que, uno tiene hijos por motivos egoístas y después las paga.


Yo me “hago” la independiente. Me “hago” la linda, la superada, la rocker, la moderna. “Me hago”, porque después viene un pedacito de 19 meses y me caga. ¡Y no me vengan con que no sè poner los límites, ¿eh?! No se hagan los perfectos conmigo porque sé que a ustedes les pasa lo mismo. Sino no estarían leyéndome a mí. Y, para cerrar, con respecto a la frase: Dios los cría y ellos se juntan. ¡Dios los cría,... nada mi amor! Si alguna vez fui creyente, eso se terminó en la sala de partos.

Y si me critican, ¡que Dios los ayude!




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