Silencio por favor !!!

Sàbado. 10 AM. Viene mi hija de 8 años: ”Mamá: ¿ Qué es lo más importante en la vida?”.

¿OK? Así arrancamos. Existencialismo puro. Y pensar que yo en mis años mozos odiaba que me hablen a la mañana…



”¿Qué es lo más importante en la vida?”. Justamente, lo más importante es tener una vida, una vida como la que tuve antes.

De esa vida de la que ya no me acuerdo tanto. Son como flashes, a tal punto que ya no sé si esos recuerdos realmente sucedieron.

En fin, una relega todo. Ojalá, para esta Navidad, pudiera hacerle, en serio, un pedido a papa noel. De verdad pensé qué le pediría. Arranqué con una idiotez “Juventud”. Es imposible, así que pasé a otra opción: “8 horas corridas de sueño”, pero ¿cómo se envuelven 8 horas? ¡Imposible de transportar!. Vamos con otra. Algo que de verdad necesite, algo que no tenga, algo concreto… Ya sé: “Silencio. Un poco de silencio quiero”… no es ni tan caro ni tan pretencioso. Un audífono, le voy a pedir. Pero en vez de para escuchar, para poder sacarle el volumen a mi casa y a sus pequeños habitantes.

En mi casa absolutamente todo transcurre a todo volumen. Cesitar anda siempre cantando a los gritos, Gael agarra las baquetas de su padre y va golpeando todo con su “garrote”: ¡Bam Bam! Y Willy y yo empezamos a subir el tono de voz tratando de escucharnos por arriba de sus gritos y sus ruidos.

Y cada vez gritamos más y vamos acompañando sus desmanes, rítmica mente, al grito de : “¡No, no, no, eso no. NOOOOO!”.Nuestro tono va aumentando, la casa está a todo volumen, porque a esa “mini escenita” hay que sumarle el sonido de la música de Abi y la compu, tele, Abi que grita: “mamáááá, Cesar me quiere cambiar de canal . ¡No, Cèsar. No, Cèsar!”.

Y todos vamos gritando cada vez más, como locos, potenciándonos sinérgicamente. Y a ese volumen, cualquier cosa amerita una pelea que termina con exclamaciones desorbitadas. Ejemplo:(siempre a los gritos) “Te pedí que me pases la botella!”… Respuesta: “Deja de pedirme todo a la vez, ¿quieres?!… NO, NO, NO; Gael,NOOOOOOO

Y, obviamente, siempre la locura hogareña culmina con un llanto infantil estrepitoso. De la euforia al llanto. Y del llanto a lo que se les de la gana. La pelea conyugal ya pasa al olvido. La criatura ya quiere otra cosa y está por lograr que se la dés. Porque ellos bien saben que el llanto todo lo puede. ¡BUAAAAAAAAA! Y le dás lo que sea para que se calle. Ese sonido te deja catatónico y eres un zombi que cumple órdenes. Sus órdenes. Los adultos deberíamos poder aplicar la misma técnica: “Quiero un aumento… BUAAAAAA!”, o pedirle a tu marido unas tetas nuevas a grito pelado y sollozando en público: “¡TEETAAAAAAAS!!!!”.

Y, no quisiera concluir, sin rendir un sentido homenaje a las mamis que nos pasamos 24 hs cocinando como bestias para llegar con toda la cara aceitada a la cena de Navidad con el vestido blanco y la tanga rosa, estóicas.

Para ir cerrando, les dejo otra frase célebre de Abi de esta mañana: “Mamá, quiero el control remoto”

YO: ¿El control remoto de qué?.

ABI: El control remoto de tu vida.

YO: Pídeselo a Papá Noel, que este año se quedó medio corto.

Y ustedes ahí no me miren así. ¡¿Dónde está ese espíritu navideño, carajo?!




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