Basta ya!!!

¡Basta! No aguanto más. No soporto seguir gritando: “¡NO!, ¡NO, NO, ESO

NOOOOO!” Necesito ayuda, mi hijo se porta mal y evidentemente no soy buena con el “temita límites” que todavía no consigo ni auto imponerme. Soy una cuadriplégica pedagógica.

Si nadie nos prepara para la maternidad, mucho menos nos enseña a cómo sobrellevar a un infante bravo y desafiante.

Mi hijo del medio llegó para darme lo que me merecía y yo me termino comiendo los mocos.El destino se guardaba una jugarreta letal y me “mandó” a Cesitar. 

Lo peor de todo, cuando tienes un hijo muy inquieto es que nadie te cree, porque los muy lacras disimulan delante de los demás, son encantadores con las visitas, juegan, comparten…el tema es “lo que te hacen a tì”, porque, justamente, “es para tì, para que te hagas cargo de ellos y de TUS miserias…y las mías son demasiadas y las vengo negando hace demasiados años como para que venga un mocoso a refregármelas en la cara.Porque cuando uno discute con un niño, en vez de sacar a su adulto interior, saca a su propio niño y cuando los chicos se portan mal nos sacan… lo peor nuestro sacan… Sí, ya sé: ¡SOY UNA INÚTIIIILL! Aunque Cèsar es básicamente un niño muy inteligente y muy activo, es justamente eso: un niño. Y nunca jamás nos han preparado para poner límites en serio. Una lo intenta y está el chico que obedece y el que no. Y con el que no obedece una termina a los gritos, sacada, discutiendo como otra niña pero mucho más torpe… y encima sintiéndose mala madre. ¿Cómo se pone un límite? ¿Cómo se sostiene con firmeza? ¿Qué haces cuando al crío no le importa un pepino y te sigue “saltando” en la cabeza? ¿Cuándo es momento de preocuparse?… De verdad a veces me pregunto si la solución son los límites o cuál será. Mi único consuelo es que mis hijos, el más tranquilo y el más power son buenos y generosos… aunque yo sea mala con los límites.Y bueno- me dice el pediatra- los niños ocupan los lugares vacantes: si unos es tranquilo el otro es travieso”.Me dijo: “Sostengan los límites con firmeza y ya va a aflojar”. Los veníamos sosteniendo pero hacía ya tres días que el pequeño gritaba todo el tiempo, pegaba, lloraba y hacía berrinches pidiendo, cada cinco minutos una cosa diferente. Cuando los ves llorar en el piso retorciéndose cual cuelebras, los quieres matar pero también te mueres de angustia. Hay más posibilidades de que me tire al piso a llorar yo también que de que pueda sostener un límite. Ni hablar si hace tres noches que no duermes porque se te pasa el hijo a la cama. Entregas lo que sea, ¿o no?.
Y lo que es peor, los papis y las mamis que te miran como si a ellos eso no les pasara nunca. Porque nadie quiere reconocer sus miserias como padre. Todos quieren que su paternidad parezca maravillosa, impecable. Que se note que hacen más sacrificios que concesiones y que lo hacen en nombre del amor. No sé qué rollo tienen todos para blanquear sus debilidades como padres.La paternidad que todos se esfuerzan por demostrar es como la foto que ponemos en el perfil de Facebook: seguro estás mucho más gorda, vieja, eres mucho más pelado o estás mucho peor que en esa pose que pones ahí. Y a mí no: ¡a mi no me van a engañar!.




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